Evangelio Dominical – Santísima Trinidad

Lectura del santo Evangelio según San Juan 16, 12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
–Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.


Comentario

1ª) ¡El Paráclito, Espíritu de la Verdad, es el Intérprete de Jesús!

Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena… Os dará la interpretación de lo que está por venir. En el discurso de despedida se recogen algunos pequeños bloques de enseñanzas de Jesús sobre el Paráclito. En todos ellos se descubren algunos elementos importantes: en primer lugar, la diferenciación entre los dos en su ser y actuar (es el otro Paráclito); en segundo lugar, su armónica comunión en la actuación a favor de los hombres; en tercer lugar, la continuidad entre los dos. De este modo el Espíritu recibe la misión de guiar a la comunidad de los discípulos y, posteriormente, a toda la Iglesia, hacia la verdad plena. Esta comprensión de la verdad plena, obra del Espíritu, no consiste en añadir cosas que faltaran a la enseñanza de Jesús, sino en una comprensión más completa, íntima y personalizada. En definitiva, la Verdad es Jesús mismo en persona. El Espíritu nos conduce hacia la comprensión de la propia persona de Jesús. Pero además recibe la misión de interpretar todo lo que ha de suceder o lo que ha de venir. Esta expresión indica los acontecimientos centrales de la salvación. El Espíritu nos proporciona también la comprensión y asimilación de su muerte (aparentemente escandalosa) y su resurrección (misteriosamente desbordante para el hombre). Estos dos acontecimientos son los centrales en la ejecución del plan de Dios. Y esto es lo que había de venir, con el complemento necesario de su Vuelta gloriosa al final de los tiempos. Hoy también necesita la Iglesia esta acción del Espíritu al servicio de la causa de Jesús.

2ª) ¡Admirable armonía y comunión entre el Padre, Jesús y el Espíritu!

Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo comunicará. Una vez más es necesario recordar que Dios se ha revelado en y a través de la historia de la salvación. Es una característica peculiar de la revelación bíblica. A Dios se le conoce a través de lo que hace, porque se manifiesta a través de las realizaciones de la salvación. el narrador vuelve a insistir en ese modo de revelación. Obsérvese la insistencia en el pronombre “vosotros”: os irá comunicando, os lo anunciará. Los tres están volcados en una misma acción a favor de la comunidad de los discípulos de Jesús. En la realización de la historia de la salvación cada uno se manifiesta distinto, pero los tres son uno: El Padre y yo somos unos (Jn 10,30). Y los dos son una misma cosa con el Espíritu. Y cuando Jesús ora por la unidad en la comunidad dirige la mirada de sus oyentes y lectores hacia la admirable e indisoluble unidad que hay entre ellos presentada como la causa y el modelo ejemplar de la verdadera comunión. Y sólo en esa comunión se alcanza la verdadera felicidad del hombre. San Agustín, comentando la Primera Carta de san Juan, escribe: En esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa. La alegría completa es la que se encuentra en la misma comunión, la misma caridad, la misma unidad (PL 35,1980).


Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)