Evangelio Dominical – V Domingo de Cuaresma

Lectura del santo Evangelio según San Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los letrados y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
–Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices ?.
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
–El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oirlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último.
Y quedó solo Jesús, y la mujer en medio, de pie.
Jesús se incorporó y le preguntó:
–Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?
Ella contestó:
–Ninguno, Señor.
Jesús dijo:
–Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.


Comentario

Marco: Se estima, y con fuertes razones, que este fragmento es de estilo lucano. Trata de resaltar fuertemente dos verdades fundamentales: la misericordia entrañable de Jesús encarnada en la indulgencia y la dureza de corazón de los fariseos.

Reflexiones

1ª) ¡Dios es, ante todo, indulgente y misericordioso!

Precisamente por tratarse de un texto de sabor indiscutiblemente lucano, hay que interpretarlo a la luz de la teología lucana. De modo general encaja perfectamente con otros fragmentos de Lucas pero, sobre todo, con su talante que consiste en proclamar, ante todo, la misericordia, el perdón de Dios y la cercanía a los pecadores. Sólo porque el perdón de Dios se ha hecho vivo en Jesús es posible la esperanza para quienes vivían despreciados y marginados en el pueblo de Israel. Los pecadores se sentían muy cerca de Jesús. Pero precisamente esta cercanía y comunión con ellos era un motivo fuerte de persecución contra Jesús que le conduce a la muerte. El relato pretende situar frente a frente a los «piadosos» que se remiten a la Ley de Moisés (rabinos y fariseos) y a Jesús, declarado amigo de los pecadores. La presentación dramática ha sido cuidadosamente buscada: se trata de una adúltera, delito particularmente tipificado en la ley. La pena era la lapidación.

2ª) ¡Jesús refleja el modo de actuar de Dios!

¿Nadie te ha condenado? Pues yo tampoco, porque he venido para llamar a los pecadores a penitencia. Pero no es un gesto contra la ley, sino por encima de la ley y ofreciendo una interpretación auténtica de la ley como expresión de la voluntad de su Padre (Mt 5,17). La misericordia está por encima. No se trata de un quebrantamiento de la ley. Como tampoco la quebrantó Jesús cuando se dirige al Padre para que perdone a quienes le han condenado porque no sabían lo que hacían. Históricamente este asunto era especialmente delicado. Jesús lo resolvió de manera sapiencial y definitiva. No aprueba la conducta de la mujer, ya que Jesús sigue manteniendo como válidos los mandamientos de la ley de Dios recogidos y transmitidos en el Antiguo Testamento. El adulterio no es el camino para conseguir la felicidad. Dios tiene otro plan sobre el matrimonio como comunidad de vida y de amor que expresa visiblemente la comunidad de vida y de amor que se realiza en la intimidad de su misterio. La fidelidad a esa comunidad de vida y de amor refleja la fidelidad infinita de las tres personas divinas. Dios promulgó los mandamientos para que el hombre y las mujeres fueran libres, felices y en comunión de vida. La ternura entre los hombres y mujeres comprometidos con el vínculo sagrado del matrimonio reflejan la ternura de los tres en el seno de la divinidad. Por eso no se puede romper ni suspender entre los hombres porque tampoco cesa ni se suspende en el seno de la divinidad. Pero aquella mujer había sido víctima de su debilidad. Jesús mantiene los principios, pero es misericordioso con los que los quebrantan siempre que exista en ellos una voluntad decidida y manifestada, en el futuro, a tomar otro camino, a restaurar la comunión perdida, a hacer posible la fidelidad quebrantada. Jesús es obediente a la voluntad de su Padre y, a la vez, misericordioso con los hombres. Restaura esa voluntad en el corazón humano. Yo tampoco te condeno, declara Jesús, pero en adelante cuida esa comunión y fidelidad que es la fuente de la verdadera felicidad. Hoy como ayer esta actitud liberadora de Jesús sigue teniendo vigencia. Una liberación que llega al corazón de los hombres y mujeres. El proyecto de Dios sólo pretende que los hombres sean realmente felices. Lucas ha comprendido la misericordia de un modo especial.

3ª) ¡El pecado no es humano!

A las puertas ya de la Pascua, creo que la reflexión de este Domingo ha de centrarse, desde el Evangelio, en que el pecado no es humano. Que el pecado hay que entenderlo desde la perspectiva de la cruz. El verdadero relieve y significación del pecado no son sólo sus consecuencias antropológicas (que lo son y mucho), sino su interpretación cristológica. Esta perspectiva puede iluminar la fe y la esperanza de los creyentes que quieren escuchar la palabra. Si bien es verdad que Jesús nunca pecó (porque repugnaba a su Persona divina) y porque el pecado no es humano, no obstante estuvo siempre cerca de los pecadores. Este rasgo habría que subrayarlo una y otra vez. El hombre moderno se juega en este asunto su paz personal, familiar y social. El desequilibrio de la sociedad se produce por la ruptura de comunión con el Dios de la paz, de la justicia y del amor. Un triángulo sobre el que hay que construir nuestra sociedad familiar, social e internacional. Este lenguaje es inteligible para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. El misterio pascual, expresión del amor sustitutivo de Jesús, responde a esta necesidad de nuestro tiempo.


* Mebaser: Un término que encontramos en el Segundo Isaías. Era el que anunciaba de parte de Dios la inminente liberación del exilio de Babilonia. Se aplica también al anunciador del Reino de Dios.


Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)