Evangelio Dominical – VI Domingo de Pascua

Lectura del santo Evangelio según San Juan 14, 23-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
–El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará3 y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La Paz os dejo, mi Paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir:
«Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.


Comentario

Marco: El contexto es el discurso de despedida de Jesús con sus peculiaridades y características. El contexto más concreto se centra en la vuelta de Jesús, el segundo anuncio del Paráclito y una síntesis del discurso en su globalidad.

Reflexiones

1ª) ¡Para el itinerario terrestre, la Iglesia y cada discípulo de Jesús cuenta con la compañía amorosa de los tres!

El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Jn 14, 15 y 16 son los textos trinitarios más rumiados y pensados del Nuevo Testamento. El Padre vela por su familia con amor, solicitud providente y ternura. El Hijo promete volver y quedarse con la comunidad para siempre durante el itinerario que ha de realizar en la historia. El Espíritu vendrá a estar, a habitar, a enseñar y acompañar el testimonio de la Iglesia. En la espiritualidad de la escuela joánica el verbo «permanecer» significa presencia, inhabitación y mutua relación y, a la vez, firmeza y seguridad. Es una respuesta admirable a la sensación de soledad que pesa sobre los discípulos por la marcha de su amigo y maestro. Era necesario dar seguridades a los discípulos para la misión que se les encomendaba. Los tres estarán, con toda seguridad, en la Iglesia para siempre y de modo permanente. En la intimidad de cada uno y de todos juntos. Dios no se ha ido ni se va de este mundo. Es necesario, en nuestra evangelización, invitar una y otra vez a los hombres y mujeres que ese Dios cercano sigue presente pero respetuoso. El mundo necesita el encuentro con ese Dios que habita en medio de su pueblo y en medio de la humanidad en la cotidianidad de la vida.

2ª) ¡El Espíritu, enviado por el Padre y Jesús, enseñará y actualizará siempre el Evangelio!

El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. En el fragmento que hoy proclamamos se centra en dos actividades importantes: enseñar y recordar. La actividad docente del Paráclito continúa la actividad docente de Jesús. No enseña el Espíritu contenidos nuevos añadidos al Evangelio de Jesús. En efecto, el Evangelio es único y no hay otro bajo el cielo. El Evangelio del Reino proclamado por Jesús y el Evangelio de Jesús el Señor proclamado por la Iglesia es el mismo en dos etapas sucesivas. La actividad docente del Paráclito consiste en llevar a los discípulos y a la Iglesia al núcleo de la enseñanza de Jesús. Se trata de una enseñanza interpretativa, profundizadora y animadora. Quizá un ejemplo lo clarifique mejor. Jesús afirma en el sermón de la montaña: cuando oréis, dirigíos a Dios como vuestro Papá. Sólo el Espíritu Santo será el encargado de llevarlos al núcleo de esta realidad. Otro ejemplo también del sermón de la montaña. Jesús afirma que han de amar a los enemigos. Eso no lo entendieron los apóstoles y discípulos cuando oyeron a Jesús por que les desbordaba. Sólo el Espíritu Santo es el encargado de interpretarles, de conducirles a la verdad de este precepto que Jesús mismo practicó en la cruz. La segunda tarea, es el «recuerdo»: fidelidad al Evangelio y creatividad para hacerlo creíble, fiable y eficaz en todos los tiempos y en todas las circunstancias en que se encuentren la Iglesia y los hombres.

3ª) ¡Los amigos deben alegrarse del bien de su Amigo!

Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Jesús abre su corazón a sus discípulos. En el clima conseguido por la escuela joánica en su singular y personal reflexión e interpretación de los últimos momentos de Jesús en la tierra, podemos leer estas palabras. Ya sabemos que este discurso es una composición de la escuela joánica recurriendo a elementos que pertenecen, según el testimonio de los otros evangelistas, al ministerio terreno de Jesús. Lo peculiar de Juan es haberlos conjuntado en un solo discurso, haberlos relacionado con la Cena y ponerlos en gran parte en labios del Jesús resucitado que vuelve a su comunidad y la alienta para el futuro que le espera y para la misión a la que es destinada. Es un discurso apropiado para leer durante la cincuenta pascual. Para leerlo y meditarlo, porque sigue siendo una palabra necesaria hoy. Los hombres necesitan que la Iglesia y cada creyente demos testimonio de la amistad que nos ofrece Jesús. Si me armarais os alegraríais de mi destino, en primer lugar, y del vuestro en seguimiento mío. En un mundo atraído y preocupado en demasía por la eficacia y el provecho personal, estas palabras que describen la verdadera amistad podrían abrir horizontes de realización humana insospechados.


Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)