El mundo de los sentimientos es tan complejo y tan personal que es realmente difícil encontrar un único concepto o una sola palabra que, por sí sola, sepa expresar que significa para un cofrade, para cualquier persona, vestir su túnica de nazareno.
¿Para mí? Pues mil cosas y muchas indefinibles, pero si tuviera que elegir, si tuviera que quedarme con una única idea que centralizara muchos de mis sentimientos elegiría sin duda aquella que, aunque no lo parezca, recoge pasado, presente y futuro en nuestra vida: reencuentro.
¿Quién no siente al vestir la túnica que repite un rito casi iniciático que contempla siete siglos de historia? ¿Quién no recuerda la ilusión del
mismo momento de hace muchos años? ¿Quién no se reencuentra de corazón con aquellos que no están a nuestro lado porque ya viven con Cristo y María?
¿Quién no se acuerda de los ausentes por cualquier causa? ¿Quién no reza un Padrenuestro o un Ave María encontrándose, quizás por única vez en el año, con quienes deben ser nuestra luz y nuestra guía? ¿Quién no hace un mínimo examen de conciencia de nuestra vida, aunque sea casi efímero, cuando se siente solo entre la multitud? ¿Quién no se plantea nuevos retos de futuro más cercanos a Dios o a los hombres? ¿Quién no se ha dicho a sí mismo que cumplirá alguna promesa olvidada? ¿Quién …
Sí que merece la pena sentirse persona anónima entre tanta gente e ir sintiendo como, desde la soledad, la ilusión inicial se va trocando en cansancio y agotamiento, y como empiezas a preguntarte para qué estás allí, y como tú mismo empiezas a hacerte preguntas y darte respuestas de vida, de tu vida.
Sí que merece la pena. Claro que merece la pena reencontrarse con la túnica, con nuestra túnica. Probadlo. Huid de comodidades por un pequeño rato. De corazón, merece la pena.
Ellos: Nuestro Santo Crucifijo de la Salud y María Santísima de la Encarnación te quieren a su lado en la Madrugada Santa cuando recorren las calles de Jerez para derramar sus bendiciones, para convertirse en bálsamo de paz, para derrochar amor infinito. ¡NO LOS DEFRAUDES!
LUIS CRUZ DE SOLA