XXXII Domingo del tiempo ordinario

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 12, 38-44.

En aquel tiempo [enseñaba Jesús a la multitud y les decía:
–¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una sentencia más rigurosa.]
Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos les dijo:
–Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.


Comentario

Marco: El fragmento se encuentra en el bloque sobre las preguntas dirigidas a Jesús.

Reflexiones:

1ª) ¡Los carismas al servicio del pueblo de Dios!

Los escribas se complacen en pasearse con amplias vestiduras, acaparar los saludos en las plazas y ocupar los primeros puestos. En el v. 37 se afirma que el pueblo, muy numeroso, lo escuchaba con agrado. Ahora los invitados a responder serían los escribas. Marcos opone la actitud del pueblo a la de los doctores de la ley. El pueblo reconoce a Jesús como maestro, y la comunidad debe aprender, como aquella multitud popular, a escuchar con gusto a Jesús y a prestar atención a la doctrina concerniente al mismo como Mesías y como Señor. Jesús manifestó repetidas veces una crítica severa contra aquellos hombres influyentes. Estas críticas le granjearon un odio a muerte en dichos círculos. Para la comprensión de esta lectura de hoy es necesario recoger algunos rasgos que describen a los escribas. Estos llegan a serlo después de un largo itinerario de estudios y de preparación. Terminado este proceso de formación y maduración y cumplidos los cuarenta años eran ordenados como doctores mediante la imposición de manos y la entrega de una túnica talar que los distinguía. Desde ese momento adquieren una singular importancia en medio del pueblo. Los sacerdotes se apoyan en el culto y forman una clase singular en Israel. Los senadores o ancianos poseen riquezas que les aseguran un lugar de privilegio en la sociedad. Los escribas poseen la sabiduría y son los responsables de la transmisión oral de la Palabra de Dios y su interpretación. Fueron adquiriendo especial relieve en medio del pueblo y una fuerte influencia porque fueron ocupando los puestos de la administración y de los tribunales. En tiempos de Jesús constituyen una tercera parte del Sanedrín y son acreedores a una singular veneración en medio del pueblo. Jesús denunciando esta situación provoca un agudo enfrentamiento con ellos. La sabiduría, de la que son poseedores, debería ofrecer al pueblo la luz para conducirlo por los caminos de la salvación, no un motivo de autocomplacencia. Pero los escribas la han convertido en un elemento de propio provecho y una oportunidad para singularizarse entre el pueblo y exigir el honor y los privilegios inherentes. Es necesario que volváis al sentido original de vuestra misión y tarea, les dice una y otra vez Jesús. Es necesario que volváis a la auténtica interpretación de la Palabra de Dios para descubrir su verdadero sentido y alcance. Ayer como hoy, Jesús sigue insistiendo en su Iglesia que los carismas son dados gratuitamente para servicio, aprovechamiento y crecimiento del pueblo. Que nunca pueden ser motivo para exigir y justificar especiales privilegios. Lo que habéis recibido gratis debéis darlo gratis. Una exigencia que sigue urgiendo a nuestra Iglesia y, especialmente, a aquellos que ejercen algún ministerio o carisma. Todos los carismas deben ponerse a disposición del pueblo de Dios, deben ejercerse para construir y servir a la comunidad cristiana. Este sería hoy un testimonio de singular relevancia.

2ª) ¡La generosidad no depende de las cantidades que se dan!

Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Este pequeño episodio presenta un profundo contraste con el precedente reproche a la piedad aparente de los escribas. La pobre viuda con su espíritu de sacrificio y su adoración práctica de Dios avergüenza a la gente de largas oraciones y de palabras altisonantes. Dentro del recinto del templo, en el llamado atrio de las mujeres, se encontraba una sala -la cámara del tesoro- en la que había trece cepillos en forma de trompeta. Los recipientes servían para recoger las ofrendas con distintos fines, incluso para los ofrendas libres sin ninguna finalidad concreta.. Los visitantes del templo no depositaban ellos mismos el dinero en los cepillos, como ocurre entre nosotros, sino que lo entregaban al sacerdote encargado, el cual lo depositaba en el arca correspondiente, según el deseo del donante. Esto explica cómo Jesús pudo advertir la ofrenda de la viuda. La ofrenda de la mujer pertenece a las ofrendas libres. La viuda quería hacer una ofrenda a Dios. Las ofrendas para ayuda de los pobres se depositaban en otro lugar o se recogían en un bote. El gesto significa que se entrega a Dios sin condiciones. Y una persona así también mirará por los pobres y, si es necesario, compartirá con ellos hasta el último bocado. La mujer se entrega a Dios “con todas sus fuerzas”, es decir, con todo lo que posee y tiene. El mensaje del evangelio queda así suficientemente clarificado: quien se entrega sin reservas a Dios lo hará igualmente por sus hermanos, especialmente los más necesitados. Por eso la comunidad cristianan que lee el evangelio de Marcos entiende que los dos mandamientos principales, de una manera plástica, le son presentados en este fragmento. Por eso este evangelio sigue teniendo vigencia y urgencia hoy. El cristiano no puede separar la entrega incondicional a Dios y la entrega sincera a sus hermanos. Precisamente porque esto provoca sorpresa entre los hombre se convierte en un excelente testimonio. Es el contraste que ofrece al mundo el verdadero discípulo de Jesús que sabe reconocer y aceptar los bienes de los hombres pero sabe también ponerlos al servicio de los más pobres. En nuestra sociedad tienen especial incidencia vigencia este mensaje.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)