Lectura del santo evangelio según san Lucas 3,15-16.21-22
En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: – «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego». En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: – «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»
Comentario
El evangelio de Mateo describe la escena del bautismo, como es legítimo, en las perspectivas y con los perfiles propios de la teología de este evangelista, donde “cumplir toda justicia” es sintomático. ¿Fue Jesús un seguidor de Juan el Bautista antes de comenzar su misión? Esto no está descartado en la interpretación más histórica de los evangelios. Es verdad que Jesús consideró el movimiento del Bautista como una llamada del tiempo nuevo que se acercaba, pero en su conciencia más personal él debía comenzar algo más nuevo y original. El Bautismo de Jesús, por Juan, sin que carezca de valor histórico, nos es presentado como un símbolo que permite hacer una ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la Antigua y la Nueva Alianza, entre el tiempo de preparación y el tiempo del cumplimiento de las promesas. Por eso Jesús recibe el Espíritu que le garantiza su misión profética más personal. Ya aquí se perfilan en su verdadera dimensión las palabras de libro de Isaías que leemos hoy. Nadie, como Jesús, puede traer al mundo unas nuevas relaciones entre Dios y los hombres.
El texto de Mateo sobre el bautismo no se limita solamente a plasmar la escena, -con un fuerte sentido cristológico-, que le ha suministrado Mc 1,9-11; quiere ir más allá. Por eso es original la negación de Juan a bautizar a Jesús y la respuesta de éste cuando señala: “conviene que cumplamos así toda justicia”. Mucho se ha discutido esta expresión, especialmente “toda justicia”, y no podemos olvidar las intenciones particulares de la teología mateana sobre este concepto de justicia (dikaiosynê). ¿Se quería decir que Jesús, a diferencia de los que venían al bautismo de Juan, no lo necesitaba? Esa es la tesis más común en la interpretación, pero no debemos exagerar este aspecto. Por lo tanto, la intención en este caso es que Jesús quiere ser solidario con el pueblo y ve en las palabras del Bautista el anuncio de un tiempo nuevo que exige “metánoia”, cambio de mentalidad, conversión, para dejar que el tiempo nuevo de Dios transforme la historia y la misma vida religiosa del pueblo. Jesús, pues, acepta ser bautizado porque quiere participar con el pueblo en este nuevo momento, del que él personalmente, por la fuerza del Espíritu, ha de ser protagonista.
Ese cambio, pues, de mentalidad o nuevo horizonte no estará limitado a un acto penitencial con agua en el Jordán, por mucho simbolismo que ello entrañe. Es el Espíritu que ha de recibir Jesús el que traerá esa nueva mentalidad y esa nueva época. Si bien el relato lleva un sello cristológico indiscutible (“mi hijo amado en quien me complazco), tampoco es exagerado, es decir, en el texto no se respira esa alta cristología con que posteriormente se ha interpretado en la tradición, hasta el punto de ver más un acontecimiento “trinitario” que cualquier acontecimiento religioso en el que se quiere mostrar la diferencia entre lo que pedía Juan y lo que ha de pedir Jesús en su proclamación del Reino. Como se ha puesto de manifiesto en las distintas lecturas de los relatos evangélicos, de los tres, pero especialmente de Mateo y Lucas, el bautismo pasa a segundo término y todo tiene el sentido de la “unción profética por medio del Espíritu”. Eso no quiere decir que Jesús no fuera bautizado por Juan, ¡desde luego que sí! Pero lo que vale es mostrar que no ha de llegar el momento nuevo por bautismos penitenciales (el judaísmo lo practicaba frecuentemente); lo nuevo es la era del Espíritu, que viene sobre Jesús y ha de comunicar y trasmitir a todo el pueblo. El Bautismo de Jesús, pues, se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una era nueva donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ese movimiento por solidaridad con la humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado de mostrar que ese acto del bautismo va a servir para que se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que Él no es un pecador más que viene a hacer penitencia. Pero no es la penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el Señor de nuestra vida.